martes, enero 09, 2018

La ola

Su relación con la tristeza era una situación extraña. Algo parecido a una ola silenciosa, que llegaba en medio de un hermoso día de playa, sin que nada la hiciera presagiar. Sin que nadie se diera cuenta, sin aviso. Y cuando llegaba no había reacción posible. Era arrastrado inevitablemente hasta el fondo. La agonía de no poder respirar, de sentir la sal del agua llenando sus pulmones mientras las fuerzas poco a poco lo abandonaban no era lo peor. Lo peor era la certeza de saber que no iba a ahogarse. Sabía que estaba privado del privilegio de hundirse lentamente en el mar del olvido y hallar el consuelo del lecho marino. El consuelo de un final silencioso. Tan silencioso como su sufrimiento. La certeza de que estaba condenado a sobrevivir. A salir milagrosamente a flote. Solo para escupir el agua a duras penas, ponerse de pie y esperar la siguiente ola.

1 comentario:

Soledad Reyes dijo...

Siempre, esperar la siguiente ola.