no conoces otra cosa.
No conoces, por ejemplo,
la niebla del recuerdo enmarañado,
el frío congelante de la ausencia,
la vida resignada a la sombra.
Tú habitas en un tiempo
que ya no es mi tiempo.
Tus ojos no me alcanzaron.
Apenas pudieron ver
el humo agonizante
de una fogata,
estela de añoranza terca.
No quedan sino las huellas
de mis botas en el barro.
Profundas. Secas.