Esta mañana cogí el periódico y leí que Laura Bozzo ha expresado, muy dolida ella, su deseo de obtener la nacionalidad mexicana e irse a radicar en ese país. Aunque me alegré de encontrar una buena noticia en un diario después de mucho tiempo, no pude sentir cierta congoja por los paisanos del Chavo del Ocho. Si alguno de ellos llegara a leer estas líneas, quiero decirle que todos los peruanos estamos con ustedes. No pierdan las esperanzas. No hay mal que dure cien años. En nuestro caso fueron más o menos diez. Es cierto, será difícil sobrellevar ese tiempo. Deberán disimular la vergüenza ajena si a nuestra próxima ex compatriota e inminente compatriota de ustedes se le ocurre apoyar incondicionalmente al algún dictador que salga por allí, le mande besos volados por televisión y ponga las manos al fuego por su siniestro y corrupto asesor de inteligencia. Y si no tienen cable estarán condenados a ver cómo en su talk-show un grupo de mexicanos sin dientes se agarra a golpes en pleno estudio, exhibiendo su miseria no sólo material sino también familiar, en dramas verdaderos o inventados. Deberán reprimir las náuseas cuando esos mismos mexicanos sin dientes empiecen lamerse las axilas y los pies unos a otros por unos cuantos pesos. Y finalmente, soportarán la patética escena de la conductora creyendo que les solucionará todos los problemas regalándoles un "carrito sanguchero" (en su caso lo podrían usar para vender tacos, enchiladas y gordas pellizcadas). Les deseo mucha suerte.
Cuando pensé que no podía estar más contento, el mismo diario se encargó de darme una alegría mayor (esto sí es raro). Páginas más adelante leí que desde hoy el Perú exige visa a los ciudadanos mexicanos que quieran ingresar al país. Bueno, si algún día la "doctora" quiere venir de visita, ojalá que el funcionario que la atienda en el Consulado haya visto su programa.